jueves, 19 de julio de 2012

Capitulo 7


     Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujando como si saliera de mi mano, como si por primera vez, tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hace nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara y por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.     
       Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo, mientras nos  besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos de dolor, es dulce, y sin nos ahogamos es un breve y terrible absorber simultaneo de aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua. 







RAYUELA, Julio Cortázar

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